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Por: Rocío Solís
Especialista en Niñez y Adolescencia
¿Sabía usted que el año pasado 3.800 personas menores de edad fueron víctimas de abuso sexual? ¿Y 30 menores sobrevivieron a intentos de homicidio? Esto según Aldeas Infantiles SOS. Esto solo por mencionar dos tipos de violencia y maltrato infantil. Porque el Patronato Nacional de la Infancia, durante el 2020 recibió más de 70 mil denuncias por situaciones violatorias de los derechos de niños y niñas.
¿Puede alguien dormir tranquilo al conocer estos números? Piense por un momento. Justo ahora, mientras usted lee estas líneas, hay niños y niñas recibiendo golpizas, sufriendo abuso psicológico, cuidando hermanos y haciendo otras labores de adulto. Y lo peor es pensar en cuántos de estos menores viven esas tragedias a vista y paciencia de vecinos, familiares o conocidos.
Cabe destacar que ese inmenso número de casos de maltrato infantil se dio en un año en el que, por causa de la pandemia, los niños y los adolescentes pasaron mayor tiempo en las casas.
Para nadie es un secreto que el centro educativo es un lugar de protección, de contención, donde los niños y adolescentes se sienten a salvo. Y donde dicen lo que les está ocurriendo.
Por eso, ahora que el Ministerio de Educación Pública hizo una suspensión en el ciclo lectivo, lo que implica que nuevamente los escolares y colegiales estarán en sus casas, revive la preocupación y se encienden las alarmas. Contrario a lo que uno esperaría, para muchos menores la casa es el lugar donde corren más peligro. Porque son víctimas de abuso, negligencia, accidentes y otros tipos de maltrato infantil.
No dejo de preguntarme, ¿qué pasa con nuestras familias? ¿Por qué tanto ensañamiento contra los más jóvenes? He escuchado a muchos decir que es producto de la frustración y temor que tienen los padres y los cuidadores debido a la pandemia. Pero les digo que esto es totalmente inaceptable. Es tratar de justificar lo que no tiene justificación. Esto es lo que llamamos “discurso adulto centrista”. Que en nada ayuda a resolver el flagelo del maltrato infantil que estamos viviendo.
Y si los padres fallan, seamos nosotros una luz para estos menores que sufren, que lloran, que han perdido el deseo de vivir. ¿De qué manera? Afinando nuestros oídos, la vista y la consciencia. Esto para asumir una actitud responsable hacia niñez y la adolescencia. Nunca me cansaré de pedirles a los ciudadanos que ejerzan su “paternidad social”. Y que denuncien ante la más mínima sospecha de cualquier tipo de violencia infantil. No podemos dejar a estas personas indefensas a merced de un padre o cuidador agresor.
La ciencia ha demostrado con varios estudios que la agresión causa daño irreparable. Y lo que no hacemos hoy por los niños se nos revertirá mañana socialmente. Insisto, si usted es testigo, oye, ve o sabe de violencia hacia niños o adolescentes denuncie. No se quede callado porque ese silencio lo convierte en cómplice.
Para hacerlo tiene a su disposición el 911, el 1147 de apoyo a menores del PANI. O puede denunciar a través de la Contraloría de Derechos Estudiantiles del MEP al número 2221-4102 o el correo derechosestudiantiles@mep.go.cr.
Recuerde, usted escoge ser cómplice con su silencio e indiferencia o salvar a un niño de una triste realidad.
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