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Por: El Centro de Geopolítica de BCG.
Los nuevos aranceles anunciados por Estados Unidos, incluyendo un “arancel base mínimo” del 10% y “aranceles comerciales recíprocos” más altos sobre bienes provenientes de unos 60 países, amplían significativamente los objetivos comerciales de la administración Trump. Desde el Centro de Geopolítica de BCG se trabajó en aspectos importantes sobre las implicaciones de estos anuncios.
Pasa de enfocarse en unas pocas naciones y sectores específicos a abarcar la gran mayoría de la economía mundial. Además del aumento de costos para las empresas y consumidores estadounidenses, dos cosas son claras.
Primero, se entra en una nueva era de relaciones comerciales y económicas. Los aranceles del presidente, que se suman a los ya existentes, superan con creces el alcance de acuerdos bilaterales o sectores estratégicos puntuales. Segundo, la incertidumbre será un rasgo dominante del comercio global en el futuro previsible. Esto no solo se refiere a la posibilidad de nuevos aranceles (la próxima semana, mes o año), sino también a la estabilidad y confiabilidad de las relaciones comerciales de EE. UU. y sus consecuencias a nivel mundial.
La toma de decisiones empresariales se ha vuelto mucho más compleja. Toda empresa, sin importar su sector o ubicación, debe incorporar los aranceles y la incertidumbre asociada en sus modelos de planificación y modelo operativo.
Antes del 2 de abril, la segunda administración Trump había apuntado o amenazado con aranceles a unos pocos socios comerciales (como China, México, Canadá y la UE) y a ciertas industrias (como la automotriz y la del acero y aluminio). Ahora, el presidente ha impuesto aranceles amplios destinados a corregir desequilibrios comerciales entre EE. UU. y sus socios internacionales.
Está previsto que estos nuevos aranceles se implementen rápidamente: el arancel global base del 10% entró en vigor el 5 de abril y los aranceles específicos por país el 9 de abril. Canadá y México quedaron exentos de estos nuevos aranceles, pero aún están sujetos a medidas anteriores, con ciertas excepciones sectoriales y específicas por producto, así como a los aranceles globales sobre acero y aluminio.
Estos nuevos aranceles se “acumularán” sobre la mayoría de los aranceles ya vigentes, salvo algunas excepciones como los aranceles de la Sección 232 (por ejemplo, sobre acero, aluminio y automóviles). Todos los autos importados ya estaban sujetos a un arancel del 25% bajo una medida previa de la Sección 232. Las tasas de los aranceles del “comercio recíproco” van desde el 10% base hasta un 50% en el caso de Lesoto. El total de aranceles sobre bienes procedentes de China aumentará al 54% (ya que no recibió la exención otorgada a Canadá y México), y esas tasas podrían alcanzar hasta el 74% si también se impone el arancel propuesto sobre países que compran petróleo venezolano. Existen exenciones para ciertos productos considerados estratégicamente importantes para EE. UU., incluidos los productos farmacéuticos, semiconductores y ciertos metales, minerales y recursos energéticos.
Se espera que la mayoría de los países afectados intenten negociar con la administración Trump y, al mismo tiempo, adopten represalias con aranceles propios u otras medidas comerciales y no comerciales. Por ejemplo, la UE ya ha anunciado una ventana de cuatro semanas para negociar antes de aplicar medidas de represalia. Un nuevo frente en esta guerra comercial podría abrirse con la imposición de aranceles a los servicios estadounidenses (como plataformas de streaming, servicios en la nube y software), sectores enormes de la economía de EE. UU. que hasta ahora habían quedado al margen.
Estos cambios representan la mayor transformación en el sistema comercial mundial desde la entrada en vigor del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1947. La medida del presidente sugiere que EE. UU. dejará de aplicar el principio de “nación más favorecida” (MFN, por sus siglas en inglés), el cual obliga a los miembros de la OMC a aplicar los mismos aranceles a todos sus socios comerciales, salvo que exista un tratado de libre comercio. La respuesta de muchos socios comerciales con represalias implicaría, en efecto, el fin del principio de la nación más favorecida y el inicio de negociaciones bilaterales prolongadas para definir tarifas y esquemas de implementación país por país. Cada “acuerdo” podría ser distinto, limitado en su alcance a las partes involucradas. Los factores en juego en estas negociaciones podrían (y ya lo hacen) extenderse más allá de lo económico, abarcando temas como seguridad fronteriza, migración y gasto en defensa nacional.
Los nuevos aranceles podrían incentivar a socios comerciales tradicionales a explorar nuevas alianzas y desarrollar relaciones comerciales más profundas que excluyan a EE. UU. Corea del Sur, Japón y China, por ejemplo, están trabajando en una respuesta conjunta, al igual que Canadá y México. Las empresas deberán monitorear, analizar y posiblemente influir en muchos acuerdos individuales. Esto requerirá la reasignación de recursos financieros, humanos y técnicos, así como el desarrollo o adquisición de nuevas capacidades.
Las compañías que ya han desarrollado “músculo geopolítico” estarán mucho mejor preparadas para enfrentar estos vientos en contra. Algunas ya han establecido equipos para trabajar en planes de mitigación a corto plazo, especialmente en torno a estrategias de traspaso de precios y colaboración con proveedores para compartir el impacto. Dado que también se trata de una competencia, entender completamente las estructuras de costos de los competidores es esencial. Ahora, los equipos directivos deben anticipar cómo afectaría una estructura permanente de altos aranceles a sus cadenas de suministro y redes de manufactura. Factores relevantes incluyen:
El comercio global está entrando en un mundo nuevo y audaz. Las empresas deben adaptarse rápidamente a esta nueva realidad de complejidad y costos crecientes. La capacidad para hacerlo será una ventaja competitiva clave en el futuro cercano.
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