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Por: Jaime García Gómez
Director de Proyectos de Progreso Social e Investigador del CLACDS/INCAE
Uno de los sectores más afectado con la pandemia de COVID-19 ha sido el turismo. La Organización Mundial del Turismo (OMT) estimó una caída del 22% en el primer trimestre del año a nivel internacional; y se contemplan diversos escenarios de acuerdo a qué tan rápido se pueden abrir las fronteras y reactivar las visitaciones internacionales. Los 3 escenarios son, una caída del 58% en las llegadas de turistas internacionales si se da una relajación de las restricciones de viaje a principios de julio; el escenario 2 con una caída del 70% si las restricciones de viaje se relajan en septiembre, y el escenario 3 con una caída del 78% si ocurren en diciembre. Por el lado del transporte aéreo se estima, al terminar el año una caída en el tráfico aéreo de pasajeros de entre 44% y 80% de acuerdo a la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).
Esta tendencia negativa viene a afectar a una industria que en Costa Rica aporta de forma directa un 6.3% del PIB; en México 8.7%, Honduras 8%, El Salvador 5.1%, Nicaragua 5%, Guatemala 5.9%; Perú 3.9%. Este impacto económico va ligado al desempeño de actividades como alojamiento, transporte, atención médica, actividades recreativas y artísticas, alquiler de vehículo, transporte aéreo, comidas y bebidas, principalmente. Eso significa millones de personas sin empleo, por una industria que se encuentra prácticamente detenida.
Y es que de acuerdo al reporte “COVID-19: Restricciones de viaje, una revisión para el turismo global” publicado el 29 de mayo, también por la OMT, se encuentra que el 100% de los destinos turísticos a nivel mundial tienen algún tipo de restricción para el turismo. Desde el cierre completo o parcial de las fronteras para turistas, que aplica para el 85% de los destinos; suspensión completa o parcial de vuelos internacionales; cierre de fronteras según el país de origen; y sólo 12 destinos (el 5%) tienen hoy contemplados protocolos para aceptar turistas.
Estos 12 países son Bielorrusia, Etiopía, Irlanda, Reino Unido, Zambia, Bután, Corea, Bangladesh, Kiribati, Sudán del Sur, y Tanzania; y a partir de Junio se incorporarán Islandia, Grecia, y Portugal; mientras que España está planeando abrir en Julio para el turista europeo. Los protocolos y medidas para los turistas en estos países van desde periodos de cuarentena a la llegada, hacerse la prueba COVID-19, o llegar con certificados médicos que validen que no se es portador del coronavirus. Se tiene la expectativa de que en la medida en la que los países vayan controlando los contagios y la propagación del virus, se vaya abriendo la economía, incluidas las actividades turísticas.
Sin embargo, y como se ha mencionado constantemente, hasta que no se tenga una vacuna del COVID-19 o un tratamiento realmente eficaz, tendremos que convivir con el coronavirus y adaptar nuestro comportamiento a la “nueva normalidad” con el objetivo de tener bajo cierto control la propagación de la enfermedad. Y por supuesto, esta “nueva normalidad” aplicará en el sector turismo, cambiando de forma importante la manera en la que viajamos, o disfrutamos de unas vacaciones.
El turismo en un mundo con COVID-19 va a cambiar las decisiones que tomemos sobre dónde viajar, se espera que los turistas escojan lugares donde no tengan riesgo de contagiarse por el virus, de hecho el World Travel & Tourism Council (WTTC) ya está trabajando en un sello de “viajes seguros” para que las empresas puedan mostrar al turista que cumplen con los protocolos adecuados para cuidar su salud.
Antes de partir será importante investigar todos los protocolos en el país a visitar y conocer los requerimientos que hay que atender, desde el uso obligatorio de mascarillas, hasta el tener que pagar por una prueba de COVID-19 a la llegada del país destino, algunos países como Islandia incluso han sacado promociones de pruebas gratis por dos semanas.
En los aeropuertos se están implementando protocolos de distanciamiento social y medidas de higiene, promoviendo además un uso intensivo de la tecnología para evitar al máximo la interacción física entre las personas. En este tema de uso de la tecnología se recomienda hacer check-in en línea, trámites migratorios sin contacto, y mecanismos de pago electrónicos. El objetivo es garantizar la salud y seguridad de los viajeros y de los trabajadores, minimizando los impactos negativos en eficiencia y operación.
En los hoteles, las medidas de distanciamiento e higiene tendrán que ser parte del modelo de operación; ya hay países y organizaciones internacionales que están publicando sus protocolos y están en proceso de entrenar a las empresas del sector. Estos protocolos incluyen por supuesto métodos de higiene más intensivos como el uso de luz ultravioleta, o nuevas tecnologías de desinfección como aspersores electrostáticos. La toma de la temperatura al entrar a lugares cerrados. La desaparición de bufetes o estaciones de café. Creación de puestos como “el gerente de higiene y protocolos”. Fomentar nuevos productos con base en el room-service o en la reserva de espacios al aire libre, como reservar el tiempo en la piscina. Además de tener cuartos listos en caso de necesitar poner a alguien en cuarentena.
En el resto de las actividades turísticas los principios de higiene, y distancia social serán también las condiciones a seguir. Disminuyendo los tamaños de los tours, desapareciendo el turismo de masas; limitando las actividades en lugares cerrados, prohibiendo las dinámicas con grupos de personas, promoviendo el uso de mascarillas en los atractivos turísticos y parques temáticos, y limitando la ocupación en restaurantes y bares. Incluso en las playas hay que cambiar el comportamiento tradicional, pues se están tomando medidas para limitar el número de personas que puedan acceder, se busca poner distancia entre las sombrillas, entre las familias que toman el sol, o con el salvavidas; además de incluir señalización para mostrar los niveles de ocupación, y usar mascarilla o protectores faciales.
El éxito de estas medidas dependerá aplicar los protocolos con extrema disciplina en todos los eslabones de la cadena de valor del turismo; pero también en saberlos comunicar a los visitantes. Por supuesto, la tecnología será clave para cumplir con las nuevas medidas, tanto para hacer pruebas, como para comunicar, pagar, reservar, e incluso para seguir controlando al COVID-19. Pero claramente el turismo es diferente cuando se vive una pandemia; las distintas medidas y protocolos buscan generar confianza, y garantizar que el acto de viajar sea seguro, sin poner en riesgo a viajeros, trabajadores y residentes, respetando las normatividades sanitarias, pero activando a una industria de la que dependen millones de personas. Pero sólo los países y destinos que puedan realmente generar confianza y seguridad podrán atraer a los turistas.
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