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Por: Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor financiero empresarial, abogado, profesor e investigador
El costo humano de una guerra no tiene punto de discusión. A esto debe sumársele la incidencia directa e indirecta que su desarrollo tiene en los precios internacionales de algunas materias primas o insumos. Esto en particular el costo de los hidrocarburos, así como los valores incrementales en la logística asociada.
Esta situación claramente repercute en un impacto considerable en las variables macroeconómicas que afectan el comportamiento general de los mercados. Esto generando movimientos intempestivos en aspectos tales como el tipo de cambio, las tasas de interés. E, incluso, en la misma oferta y la demanda agregada del país.
Ahora bien, el tema en cuestión repercute de forma directa en las respuestas neurales de la persona, particularmente al enfrentarse a la incertidumbre. Esta básicamente se define como la incapacidad neural de poder determinar un posible cierre, o su proyección final, para una situación desconocida y usualmente dañosa.
Este patrón repercute en la generación de cortisol. Él es un precursor de neurotransmisores tales como la noradrenalina y adrenalina, que, incluso ligados a la oxitocina, pueden repercutir en la generación de temores que a su vez se ven materializados en comportamientos microeconómicos muy específicos por parte del individuo.
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Al generar este patrón ligado a los neurotransmisores antes indicados, es común observar las compras por especulación. Ellas son derivadas de una incerteza hacia la situación belicosa dada y a su posible impacto, llevan a la persona a comprar bienes en demasía, los cuales no necesariamente necesita, sino que los adquiere en función de una eventual protección a futuro.
Resalta acá lo que pareciera ser una ley inversa a la demanda. A pesar de que los determinantes de esta curva parecen mantenerse constantes, al menos en el corto plazo, la cantidad demandada de ciertos bienes en particular parece incrementarse. Esto a pesar de observar en su precio movimientos a la alza derivados del encarecimiento de los insumos.
Puede indicarse entonces lo que pareciera ser un comportamiento microeconómico de la persona más enfocado hacia la satisfacción de un deseo sobre la incertidumbre y no tanto a una relación racional de precio y cantidad, donde la compra y el acaparamiento de ciertos bienes en el tiempo parecen forjar una confianza mayor. La cual, en esencia, repercute en la generación de serotonina, ligada a la satisfacción y la seguridad de corto plazo en la persona.
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