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Por: Jaime García, director del Índice de Progreso Social del CLACDS| INCAE Business School.
La región se encuentra en un punto crucial de su desarrollo económico, enfrascados en la denominada ”trampa del ingreso medio”. Este es un estado de estancamiento donde, a pesar de tener crecimiento económico, los países se ven incapaces de dar el salto a una economía de alto ingreso. Ello debido a barreras estructurales.
La trampa del ingreso medio se manifiesta cuando un país alcanza un crecimiento económico inicial, pero pronto se ve frenado por varios factores. Por ejemplo, la competencia de países con costos de producción más bajos y la falta de innovación y mejora en la productividad. La región ha experimentado este fenómeno. Pues no ha logrado consolidar un crecimiento sostenido que lo impulse a un ingreso económico alto.
Viendo los desempeños en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita ajustado por paridad de compra durante la última década, se tiene que la región centroamericana reflejó una diversidad de desempeños. Panamá sobresalió manteniendo una tasa de crecimiento anual del PIB per cápita del 3.75%. Esta es la más alta entre sus vecinos. Además, siguiendo una tendencia de crecimiento sostenido desde los años 90. Costa Rica, aunque con una leve disminución en su ritmo, continuó mostrando una economía estable con un incremento promedio de 2.50% anual.
Mientras tanto, Nicaragua y Honduras lograron revertir las tendencias más bajas de los años 90. Con ello mejorando sus cifras a tasas de crecimiento del 2.14% y del 1.57% anual respectivamente en la década de 2010. Esto evidencia significativos avances económicos. Por su parte, El Salvador y Guatemala, que conforman el grupo intermedio, también experimentaron mejorías en comparación con la década anterior. Registraron tasas de crecimiento de 2.05% y 1.82% anual, respectivamente.
Comparando con Corea del Sur, un país que salió de la trampa del ingreso medio, se encuentra que en 1990 tenía un GDP per cápita ajustado por paridad de compra de US$12,656 (constantes 2017), apenas superior a los US$11,212 de Panamá y US$9,811 de Costa Rica. Pero el país asiático tuvo en esa década 6.02% de crecimiento promedio. Así, 30 años después, en el 2022 Corea del Sur tiene un PIB per cápita de US$45,467, con un nivel alto de ingreso. Además, con una cifra muy superior a los US$33,266 de Panamá y US$21,987 de Costa Rica, los dos países con mayor ingreso per cápita en la región.
Lo datos nos muestran que se crece. Pero aún se lidia con desafíos fundamentales que restringen un crecimiento sostenido y significativo para dar el salto del ingreso medio. Ello, pues el que se ha tenido es un resultado de una inversión insuficiente en innovación y tecnología, una educación y formación del capital humano que no cumple con las expectativas globales, infraestructura inadecuada, desigualdades económicas y sociales, y un entorno empresarial y de gobernanza deficiente. En ese sentido se requieren los siguientes cambios:
Innovación para la competitividad. Apoyar la investigación y el desarrollo y promover la colaboración entre el sector privado y las instituciones académicas para estimular la competitividad global. Recordando que la capacidad de innovar determina la competitividad a largo plazo de una economía en el mercado global.
Educación orientada al futuro. Invertir en educación de calidad y formación técnica alineada con las necesidades del mercado laboral internacional y las tendencias tecnológicas. Y es que aunque ha habido mejoras en las tasas de matriculación, la calidad de la educación y el desarrollo de habilidades avanzadas todavía están rezagados. Ello en comparación con las economías de ingresos altos.
Mejor infraestructura. Priorizar el desarrollo de infraestructura para incrementar la eficiencia y atraer inversión. Garantizando un buen funcionamiento y resiliencia ante los desastres naturales.
Inclusión social. Implementar políticas que aborden la desigualdad y fomenten una distribución equitativa de los ingresos y oportunidades. Las desigualdades urbano – rural y entre diferentes grupos sociales perpetúan la pobreza y limitan la demanda interna, lo que es fundamental para sostener el crecimiento.
Mejores instituciones. Simplificar procesos burocráticos y fortalecer la ley y el orden para mejorar el ambiente de negocios y atraer inversiones; es decir garantizar certidumbre. La burocracia excesiva, la corrupción y la inestabilidad política disuaden la inversión extranjera directa y debilitan la confianza en el ambiente empresarial local.
Por supuesto, escapar de la trampa del ingreso medio no es una tarea sencilla, son temas sociales, tecnológicos, económicos e institucionales los que se tienen que abordar. Esto significa tener un compromiso sostenido con políticas claras y coherentes que aborden las raíces de la inercia económica. Y además, hacerlo ante un contexto global incierto, vulnerable, riesgoso, y ambiguo lo que complica aún más el escenario. Pero al mismo tiempo es claro que la inacción o el complaciente avance incremental no son opciones viables; se requiere una estrategia dinámica e integral que aborde estos desafíos con la urgencia y la seriedad que ameritan. Lograr una región con mayor ingreso y progreso social en los próximos años dependerá de que realmente entendamos que urge cambiar y acelerar para prosperar.
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