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Por: Jaime García, director Índice de Progreso Social de CLACDS | INCAE Business School.
El vasto mosaico cultural y natural de Centroamérica es tan diverso como su historia en estos últimos 200 años. Desde su independencia, los países del istmo han recorrido caminos de transformación, enfrentando desafíos, pero también cosechando logros. Para capturar la esencia de este viaje, tomaremos la esperanza de vida como un indicador integral que refleja, en muchos sentidos, el panorama de desarrollo de la región.
La esperanza de vida es el número promedio de años que viviría un recién nacido si las tasas de mortalidad por edades en el año en curso se mantienen igual durante toda su vida. Esencialmente, es un reflejo del sistema de salud, la calidad de vida. Así como del acceso a la educación, la seguridad, la estabilidad económica y las políticas medioambientales, entre otros. Por eso, es una ventana perfecta para entender el desarrollo holístico de una nación.
Estimaciones históricas encuentran que en un mundo premoderno y pobre la esperanza de vida era cercana a los 30 años en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la esperanza de vida empezó a crecer de forma acelerada. Esto hasta llegar a los valores actuales de 72.8 años para el promedio mundial. Aun así hay grandes diferencias entre regiones y países. Por ejemplo en el 2021, el dato más reciente, Oceanía lidera con 79.4 años; pero África promedia 61.7 años. Y es importante mencionar que la pandemia de Covid-19 significó una caída en la esperanza de vida en prácticamente todas las regiones y países del mundo.
Considerando los mejores datos históricos disponibles para cada país de la región, se encuentra que, en 1875, Costa Rica tenía una esperanza de vida de 30.21 años. Esta similar al promedio mundial. Sin embargo, en el siglo XX fue mejorando su desempeño. Esta rebasó al mundo en 1920 y superó a América Latina y el Caribe en 1950. Con los datos más recientes, al año 2021, tiene la mayor esperanza de vida de Centroamérica con 77 años. Guatemala, en 1900, contaba con una esperanza de vida de 24 años. A pesar de su crecimiento, no ha logrado superar el promedio de América Latina y el Caribe. Esto, aunque sí lo ha hecho con el promedio mundial. En el 2021 registra una esperanza de vida de 69.20 años.
Nicaragua, con datos desde 1920, ha mostrado crecimiento, alcanzando 73.80 años en 2021, prácticamente empatando el promedio de América Latina y el Caribe. El cual, por cierto, bajó por la pandemia. El Salvador y Honduras, a pesar de sus avances, se mantienen cerca, aunque todavía por debajo del promedio latinoamericano. Pero han logrado superar el promedio mundial, y tienen una esperanza de vida de 70.70 años y 70.10 años respectivamente.
En general, los países del llamado CA-4, lograron superar el promedio mundial en la década de los 90s del siglo XX. Por último, Panamá, con datos desde 1930 y una esperanza de vida inicial de 36 años, ha experimentado un crecimiento sostenido. Rebasando el promedio mundial en la década de los 40s del siglo pasado. Destacando en la región junto a Costa Rica con 76.20 años en 2021, superando también a América Latina y el Caribe.
Si bien en la región sólo Costa Rica y Panamá superan el promedio de América Latina y el Caribe; aún se encuentran lejos del promedio de esperanza de vida que tienen los países de ingreso alto. Para el 2021, este es de 80.30 años. En ese sentido, en toda la región hay que potenciar y consolidar temas que tienen un alto impacto no sólo en la esperanza de vida si no que terminan también incidiendo en la calidad de vida de las personas. Tales como:
Pero también hay que mitigar y atender aspectos que limitan el potencial de crecimiento de la región. Desafíos que están hoy presentes en cada uno de nuestros países, e inciden tanto en la esperanza de vida como en la capacidad de generar progreso social y prosperidad económica en la región:
El viaje de más de 200 años de una Centroamérica independiente resalta una notable evolución en la esperanza de vida. Siendo un indicador de su desarrollo y nivel de bienestar.
Los datos muestran que ha habido logros y mejoras. Pero persisten rezagos significativos y desafíos que deben ser abordados para disminuir las brechas que se tienen respecto a América Latina o a países económicamente más prósperos. En ese sentido, es crucial que los gobiernos, las empresas y los ciudadanos trabajen conjuntamente para superar estos obstáculos, considerando mitigar la desigualdad en capacidades y libertades de los ciudadanos, adaptarse a los desafíos medioambientales, y fortalecer la gobernanza.
Finalmente, la esperanza de vida no es solo un número. Es un reflejo de la calidad de vida, y de las oportunidades de sus habitantes. Con miras al futuro, es esencial que la región continúe trabajando para construir un istmo más justo, resiliente, con más progreso social y prosperidad económica que cuente una historia de éxito en los próximos 200 años.
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