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Por: Ignacio Salazar C.
Miembro del Comité Técnico de la Cámara de Generación Distribuida.
En Costa Rica contamos con varias modalidades de facturación y cobro de la energía eléctrica que consume cualquier residencia, comercio o industria. Las tarifas van desde el cobro fijo como la Tarifa Residencial (T-RE) y la Tarifa Comercial (T-CO). Hasta tarifas horarias como Tarifa de Media Tensión (T-MT). Esta cuenta con bloques horarios con costos diferentes para cada bloque de consumo.
Independientemente del tipo de tarifa, todas giran en torno a únicamente la cantidad de energía o potencia activa que el sitio consume por mes. La cual es medida en kilovatio por hora (kWh) o kilovatio (kW) respectivamente.
Lastimosamente aún no se visualiza la red pública nacional como un vehículo de servicios eléctricos. Que le permita diversificar fuentes de ingreso a las empresas distribuidoras de energía. Brindando servicios a los consumidores, en pro de la eficiencia y de acuerdo con cada necesidad. Por esto, el modelado de tarifas eléctricas efectivas y atractivas es una herramienta clave para alcanzar nuevas oportunidades de negocio para las empresas de distribución de energía.
Un ejemplo claro de esta ausencia de visión comercial es que en nuestro país se penaliza, mediante una multa, el “bajo factor de potencia”. Si recordamos los principios de la potencia, es cuando los clientes no solo consumen potencia activa (kW) y energía activa (kWh) sino también potencia reactiva (kVAr) y energía reactiva (kVArh) de la red. Hoy día no existe una tarifa reactiva en el país que convierta el “bajo factor de potencia” en un servicio cobrable y en una línea de ingreso adicional al modelo convencional. Esto no es nada nuevo en el sector eléctrico, ya muchas empresas de energía en el mundo lo hacen desde hace años.
De manera sobre simplificada los tres grandes rubros o bloques de costos son los de transmisión y distribución de la energía. Estos deberían ser cubiertos por todos los consumidores de forma equitativa, sin importar su consumo. Y los costos específicos de los consumidores, los cuales se deben asumir únicamente por el consumidor final según su uso de la energía.
Los primeros dos tipos de costos se comportan de una manera drásticamente distintas al tercero, ya que típicamente aumentan año tras año porque las redes deben operar y mantenerse a la vanguardia, haciendo inversiones en tecnología y automatización. Además, tienen la presión de expansión y cobertura. Lo cual los torna año con año más costosos. Por el contrario, los costos específicos de los consumidores siempre tienen el objetivo de ser cada vez menores y más eficientes para contener el gasto eléctrico mensual de las operaciones. Y como en Costa Rica están unidos, cualquier ahorro afecta indirectamente la capacidad de captar ingresos de las empresas de distribución, no siendo sostenible en el tiempo.
La facturación actual según el esquema de tarifas que tenemos en el país no especifica cuál es el monto que corresponde a cada tipo de costo. Sino que el monto viene como un gran total. Un escenario que beneficie a todas las partes sería que, independientemente de si una residencia, comercio o industria opte por tecnologías que le ahorran sus costos específicos, éstos deban pagar un costo base por la transmisión y distribución de la energía para asegurarle la operación y mantenimientos de las redes de distribución y transmisión (en lugar de un costo que vaya dentro de una tarifa por consumo). Y evidentemente, pagar por el costo específico del uso que obtiene de la red (esto para los casos que estén interconectados a la red).
Por lo tanto, para lograr tarifas inteligentes que estén en armonía con todas las partes se podría plantear que:
Adoptar nuevas tarifas inteligentes con fundamentos técnicos y que beneficie a todas las partes interesadas tardará mucho tiempo en ser aplicada. Esto con base en el ciclo regulatorio del país (de cuatro a cinco años). Sin embargo, es importante estudiar alternativas que estén en armonía con los costos que implica para todas las partes y que nos hagan un país más competitivo a nivel de eficiencia energética. Y bien, utilizar las redes de distribución y transmisión para proveer servicios a los consumidores, según su apetito energético.
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