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Por: Marcela Lizano
directora de la carrera de Psicología, Universidad Fidélitas
Durante 9 meses se impartieron lecciones en diferentes escenarios educativos. Esto de acuerdo con las condiciones particulares de cada familia, así como su ubicación geográfica en el país. Ahora toca el regreso a las aulas.
Su aprovechamiento estuvo dictado de acuerdo con los dispositivos electrónicos, con la conectividad y el acceso al internet que tuvieran los estudiantes en sus hogares. Aunque hubo otros alumnos que tuvieron que trasladarse a las escuelas por la materia impresa porque no contaban con conectividad ni dispositivos en sus hogares.
Por lo tanto, las condiciones no fueron iguales para todos. Vivimos en un país con muchas necesidades y esto pudo provocar diferentes brechas en el aprendizaje. Lo positivo es que se logró mantener una gran cantidad de estudiantes en el sistema educativo.
Por eso, un año después se realiza el llamado a la educación semi presencial y esto torna una gran preocupación a los padres de familia. Ante esto deseamos brindar recomendaciones. Es muy importante retomar las clases presenciales y asegurar las condiciones de enseñanza-aprendizaje.
No es un secreto que el confinamiento ha elevado el estrés en muchas familias. Las personas menores de edad no escapan de esta realidad. Las personas adultas ya están saliendo a realizar sus actividades cotidianas y muchos lugares de trabajo ya han ido regresando a la presencialidad.
Este regreso a las aulas de forma intermitente es importante para brindarles espacios temporales con sus grupos de pares y amigos. Con ello puedan seguir desarrollando sus habilidades sociales.
Todo cambio conlleva un reto y este retorno es parte de ir construyendo resiliencia en los estudiantes ante adversidades futuras. Tomemos en cuenta que el volver a reencontrarse con sus amigos y amigas, es una situación de alta valía para las personas menores de edad.
Por lo diferente que resulta este inicio de ciclo lectivo, no hay duda de que al inicio habrá dificultades, incomodidades, incertidumbre y preocupación para todos los involucrados en el regreso a las aulas.
Cada padre de familia y docente tendrá que hacer su parte explicándole a los niños, niñas y adolescentes la importancia de cuidarse. Además de utilizar el alcohol, de lavarse bien las manos con jabón frecuentemente, mantener el distanciamiento. Así como las demás medidas de precaución que permitirán proteger su salud, la de sus compañeros, maestros y familia.
Tome en cuenta que para muchos estudiantes el asistir a los centros educativos es parte de su rutina y formación. Pero más allá de estos factores, es un contexto que les permite desenvolverse y desarrollarse socialmente. Es en este ámbito donde muchos hacen sus primeras amistades y aprenden acerca de la convivencia en sociedad y de la resolución de conflictos. También es claro que, mientras algunos niños esperan con ilusión el regreso a la escuela, otros se sentirán nerviosos o asustados.
Ahora bien, son los padres los encargados responsables de velar por la salud física y mental. Conversando con ellos y brindándoles todas esas recomendaciones para tranquilizarlos. Diciéndoles que es normal que se sientan nerviosos. Pero también garantizándose que el niño comprende bien el protocolo de cuidado.
Es vital modificar esas emociones negativas y pesimistas por emociones asertivas que vayan acorde a la edad cronológica de los estudiantes. Transformemos el miedo por esperanza y la preocupación por el autocuidado.
Un detalle muy valioso que deberían procurar los padres de familia es fomentar espacios de escucha. Con ello poder saber cómo les fue ese día en la escuela, qué están sintiendo, qué creen que les hace falta, entre otros.
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