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Por: Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor y analista financiero, abogado, profesor e investigador
La recepción del pago por concepto del aguinaldo refiere a la obtención de un derecho laboral consagrado en la legislación nacional, el cual cuenta con la particularidad de ser irrenunciable e inembargable, salvo por las mismas restricciones que la normativa pudiese interponer, contando a su vez con una exoneración de cargas tributarias eventuales asociadas a su ocurrencia, señalando ser un beneficio bastante claro y de impacto emocional en las personas.
Este pago en cuestión deriva de la proporcionalidad de la doceava parte del tiempo laborado por una persona en referencia a una relación de trabajo de dependencia, es decir, fungiendo a manera de empleado para con una subordinación hacia un patrono, señalando que, aunque el aguinaldo en si mismo, evidentemente es un derecho, claramente deviene del trabajo y esfuerzo generado por la persona, tema que en ocasiones suele ser dejado de lado por el individuo, perdiendo noción del esmero físico e intelectual que existe detrás del monto pecuniario percibido.
Al analizar este componente dinerario de la relación laboral y su percepción humana, esto desde una perspectiva de la conducta neural del individuo, surgen varios elementos que resaltan y que pudiesen explicar su funcionamiento en términos del comportamiento final. Primeramente, debe indicarse que el dinero tiende a ser un factor asociado al neocórtex y al lóbulo frontal, regiones mancomunadas a la racionalidad y el análisis interpretativo y razonado de la realidad, donde el concepto monetario tiene una relación directa con la capacidad aritmética, esto siempre que sea determinado por el individuo como una concepción estructurada y no impulsiva, señalando un primer abordaje de forma analítica en el cerebro.
En línea de lo anterior, y en una segunda concepción neural del aguinaldo, al ser este coligado al dinero mismo, su gestión tiende a asociarse al factor del esfuerzo-recompensa, diligencia precisada en el denominado núcleo accumbens, encargado de la valoración de la actividad generada en aras de obtener un determinado beneficio, y que a su vez, tiene también relación estrecha con aspectos tales como las adicciones, entiéndase a aquellas dadas por externalidades tangibles o incorpóreas, que afectan la cognición misma de la persona, y que por ende, pueden alterar su percepción de la realidad y las decisiones finales de ejecución y conducta.
Con base en lo antes dicho, al ser el aguinaldo un aspecto, que en primer lugar parece estar asociado al lóbulo frontal, y que pudiese señalar una activación postsináptica (conexión profunda entre neuronas), su ligamen al elemento recompensatorio y adictivo, pudiese devenir en activaciones ligadas también a la ínsula, que tiene conexión con temas tales como la competitividad social, la envidia, en incluso, la supervivencia misma, precisando entonces la aceleración de un circuito neural más ligado hacia la actividad emocional e instintiva, perdiendo así la persona, la capacidad de gestionar de forma racional este monto dinerario.
En este punto es donde se tiende a asociar el fenómeno del pago recibido a activaciones de mayor incidencia en la generación de neurotransmisores, tales como la dopamina, asociada al deseo, la adrenalina, con enfoque hacia la aceleración y la alteración de la actividad corporal, así como a la serotonina de corto plazo, dada por la satisfacción del gasto mismo, y en la compra de bienes y servicios que no necesariamente son necesarios. De igual forma, cabe señalar que el gasto intempestivo e impulsivo de este acerbo pecuniario, pudiese conllevar la segregación de noradrenalina y vasopresina, así como de cortisol, mismos que derivan en emociones y sensaciones tales como el temor, el estrés y la ansiedad.
Ahora bien, cabe preguntarse si existe alguna forma de evitar el avenimiento de una situación de tanta potencia emocional que pudiese finalizar en repercusiones lesivas para el individuo, y la respuesta parece estar dada en el punto más esencial del ser humano, entiéndase el libre albedrío y la capacidad de decisión, pues la elección de gestionar el aguinaldo desde una perspectiva enteramente impulsiva y emotiva, o bien, administrarlo bajo un parámetro lógico y racional, recae totalmente en la persona. Para estos efectos es necesario remitirse a los procesos sinápticos, asociados al pensamiento estructurado y complejo, que contienen consigo un ligamen al lóbulo parietal, y cuyos dos elementos fundamentales radican en el uso de texto y matemáticas, señalando que una acción tan simple como realizar un presupuesto que detalle el monto recibido y los gastos, especialmente realizado a mano con la acción de la motora final, es sin duda de gran ayuda.
No debe mal interpretarse que el aguinaldo no sea un derecho y a la vez una recompensa dada por el trabajo, siendo adyacente a cada trabajador la decisión en términos de su disposición y uso, no obstante, al ser un movimiento extraño al flujo neural usual del año en materia dineraria, el cerebro puede jugar malas percepciones y decisiones distorsionadas, si es que no se recurre a la elección razonada y estructurada sobre la mejor forma para su disfrute.
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