Adicción a la tardanza

Pablo Mastroeni Camacho

Por: Pablo Mastroeni Camacho.

¡Todo empezó en mi niñez!

Me hice adicto a levantarme con pesar, pero queriendo derrotar al monstruo de la tardanza. Me volví un acérrimo amante de la puntualidad. Me encantó el arte de llegar antes que todas las personas de la clase. Sufría cuando algo pasaba en el camino y me bloqueaba esa ruta para ganarle al reloj.

Hoy sentado, puntualmente, para escribir estas líneas, me puse a pensar en un tema que me atormenta. Me inquieta. Que me mueve emociones. No he llegado a comprender de la cultura costarricense: ¿en qué momento nos hicimos acompañantes de baile de la tardanza? ¿En qué punto de la historia, las personas en Costa Rica, sin generalizar, se unieron al “lado oscuro” del tiempo?

Se ha generado una cultura del irrespeto por el tiempo ajeno. Ya ni siquiera les da pena a muchas personas. Ya lo toman por sentado, lo hacen parte de su ADN. Incluso, lo disfrutan. Es como si llegar tarde a un evento privado, a una fiesta familiar, una reunión importante de negocios, a un acto público, representara el mayor premio que se podrían hacer. ¿Qué pasó en el camino?

Siempre he sido un defensor de la puntualidad. Ni muy antes, ni muy justo. La cultura japonesa, la alemana y la suiza son brillantes en estos menesteres. Buscan aplaudir el esfuerzo y el valor por buscar los medios para llegar temprano.

Tardanza tica

Acá quizás usted que me lee podría decirme: ¡pero es que es Costa Rica! Lugar donde el servicio de transporte es paupérrimo con ganas. Las presas son pan de cada día. Cuando llueve algo ocurre en el aire que produce caos. El cansancio con el que vivimos no me permite ni me motiva a poner la alarma a tiempo, entre otros.

Y yo más bien quisiera decirle: ¿Qué está haciendo para cambiar esa mentalidad? ¿En qué gestión personal está trabajando para quitarse ese estigma tan ingrato que nos produce una cultura tan mal vista internacionalmente?

Y ocurre también en las organizaciones, en las familias, en los lugares de culto y hasta en las relaciones de pareja. Una persona a tiempo, la otra persona sonriéndole a la tardanza de más. Una persona que le ganó la carrera al bus y la otra persona queriendo que las agujas del reloj den más de la hora pactada.

¡Ya nos acostumbramos y disfrutamos del arte de llegar tarde!

Nos urge como seres en sociedad, aprender a premiar al que antes del inicio de la actividad ya está sentado y lo entendió todo. Respetar su tiempo y su profesionalismo. Y es imperativo empezar a dejar de reírle las gracias a aquellas personas que abren la puerta de ese salón con minutos e incluso horas de tardanza por el simple hecho de haberse acostumbrado.

Ejecute desde su trinchera ese cambio. Haga las paces con la puntualidad. Dígale que la estima y que hará su esfuerzo por mejorar. Anhelo eso para muchas personas en Costa Rica.

¡Mucha luz en todo!

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