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Por: Dra. María Bolaños, Presidenta del Colegio de Profesionales en Nutrición.
Aunque hay varias definiciones de “bienestar”, éste se puede relacionar con completa salud física, mental y social. Si deseamos alcanzar un estado de bienestar, debemos estar sanos. Para ello, la adecuada nutrición producto de una alimentación variada y libre de sustancias artificiales, nos conduce a mejorar cada día y a evitar problemas de salud propios de estados en que no solo nuestra nutrición es inadecuada. Sino que tampoco realizamos actividad física, no descansamos lo suficiente entre otros condicionantes de la falta de bienestar.
Si miramos atrás unos años, la sociedad costarricense tenía una condición sanitaria muy diferente a la actual. En muchos casos la población era desnutrida y con carencias que conducían a serias enfermedades. Basta con mencionar la anemia por falta de hierro que se producía por falta de fortificación de alimentos. Pero también porque el desarrollo en el tratamiento contra las enfermedades no era el que en la actualidad contamos. Por ejemplo, los cuadros de vacunas eran deficientes.
Sin embargo, mucha de la población adulta no era obesa ni sufría enfermedades no transmisibles como las cardiovasculares, cerebrovasculares, diabetes tipo II, cáncer. Así como muchas otras que son la pandemia en este año 2023.
La situación agroalimentaria era más sencilla. Las poblaciones comían y bebían los alimentos que realmente producían. Sus gustos eran menos influenciados por alimentos o productos importados y se valoraban los alimentos de temporada. Los cuales estaban más cerca de sus localidades. Eran de más calidad y de mejor precio. En la actualidad pagamos más por los productos de lejos ya que el costo del transporte obviamente influye en el precio.
Las familias que consumían alimentos importados lo hacían más que todo en ciertas épocas del año. Como semana santa o navidad. O bien, lo hacían por sus tradiciones culturales sobre todo en grupos migrantes como los árabes, los italianos, los israelitas, los españoles, entre otros.
En resumen, las familias tanto de los centros urbanos como de los pueblos se alimentaban mucho mejor. Esto comparado con lo que lo hacemos en la actualidad.
Las abuelitas y las familias cocinaban alimentos naturales y frescos que compraban cerca de casa. Además de en mercados, “pulperías”, “comisariatos”. O bien alimentos que se sembraban en las huertas de sus propiedades. También en sus localidades más cercanas. No se pagaban lujos en la compra de alimentos de lejos. Esto pues además los medios de transporte no permitían el rápido traslado de productos de un extremo a otro del país.
Se consumía productos de temporada. Se sembraban alimentos muy nutritivos que debemos rescatar y llevar de nuevo a las cocinas de los hogares. Así como de los centros de trabajo, de las escuelas y fortalecer su siembra y comercialización en mercados de todo el país. Esto para que los costarricenses volvamos a contar con ellos.
Nos ha afectado definitivamente que la industria alimentaria ha aumentado con el pasar de los años, la producción de alimentos empacados con alto contenido de nutrientes críticos como grasa saturada, sodio, azúcares. Y, además, sustancias artificiales como preservantes. La industrialización es buena. Pero llegó y sustituyó la alimentación adecuada. Esto con productos naturales y menos dañinos por alimentos nocivos. Esto nos compromete cada día más a nosotros los nutricionistas para que aumentemos la educación nutricional a todos los miembros de las familias. Esto con el fin de que aprendan a sustituir estos productos industrializados por productos naturales, locales y de temporada. También es importante mezclar alimentos más nutritivos con los productos empacados. Esto si es que aún se está consumiendo por razones de presupuesto. O de poco tiempo para visitar ferias del agricultor, de sembrar huertas o de preparar los alimentos en casa.
Destaco que un terrible enemigo de la salud del costarricense lo provocan la gran cantidad de sistemas agroalimentarios en los que se utilizan abonos, pesticidas, plaguicidas. Es decir, en general productos químicos para fertilizar y combatir plagas. Esto porque podrían estar siendo tóxicas para el ser humano. Además, que contaminan los mantos acuíferos y dañan el medio ambiente. Este tema país está pendiente.
Por todo lo antes citado, volver a la cocina de siglos pasados es la clave para alcanzar el bienestar por medio de la buena alimentación.
La mayor demanda siempre generará más oferta. Este es un principio que aplica a la economía a los sistemas agropecuarios. Y sí, lo escribo así, casi siempre se dice a mayor oferta mayor demanda. Sin embargo, hago mucho énfasis en que sea la sociedad que cada día estando más informada empiece a demandar más alimentos tradicionales. Los de antaño, nutritivos como la gran variedad de frutas para comer y hacer bebidas. Por ejemplo, como cas, naranjilla, tamarindo, limones, naranja, casi sin azúcar y bien fríos.
Las preparaciones que nos servían los abuelos o que se encuentran en sus recetarios como las que son a base de vegetales, hojas. Así como las raíces y tubérculos. También las musáceas en guisos son una deliciosa opción que nos brindan una gran cantidad de nutrientes.
Menciono aquí los diferentes tipos de picadillos en gallitos tan tradicionales de nuestra cocina. Algunos como son chicasquil con papa, picadillo de arracache, guisos de plátano verde o de bananitos. También repollo con huevo, mostaza con huevo, almuercitos de repollo, sopas y cremas de todas las mezclas de vegetales, verduras y leguminosas con o sin carne. No dejo de citar el ayote, ya sea tierno o sazón, las zanahorias y el chayote. Los cuales nos permiten variar el menú inmensamente. Y que no siempre se van a servir como ensaladas de hojas como la de lechuga o la de repollo, aunque éstas siguen siendo una buena opción en la mesa.
Muchos tipos de leguminosas muy ticas son deliciosas, coloridas y fuente de nutrientes. Desde ensaladas hasta guisos y sopas de lentejas, frijoles blancos, rojos y negros, gandules y garbanzos son una gran opción.
Se recomienda siempre hacer las compras en mercados locales. Pero también asegurándose de que los productos comprados sean nacionales y no importados. Esto para reducir la huella de carbono y contrarrestar el cambio climático. También hacer un menú para todos los miembros de la familia considerando todos los tiempos de comida y la alimentación que se lleva a sitios de estudio y trabajo. Otra recomendación es no apartarse del presupuesto con el que se cuenta y no comprar de más “por si acaso” o “por antojo”. Esto pues todos estos excesos generan desperdicio de alimentos que terminan llegando a la “basura” y generando gastos innecesarios.
Otro aspecto que los nutricionistas procuramos compartir con la comunidad de cada zona del país es el respeto a sus tradiciones locales. Así el consumo de pescados en las costas del Pacífico o la gastronomía afrocaribeña en Limón. También las tradicionales preparaciones con maíz de Guanacaste se deben respetar y aumentar.
Cada rincón del país tiene sus secretos gastronómicos. Los cuales debemos mantener y recuperar para volver a aumentar el consumo de alimentos naturales, locales y de temporada. Con ello también respetamos lo que la tierra nos regala en cada región del país y para nuestro bienestar.
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