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Por: Pablo Mastroeni Camacho.
¿Qué será esa obsesión por estar bien siempre? ¿Por qué será que nos asusta decir que estamos sufriendo por algo o por alguien? ¿Por qué nos da pavor gritar a “los cuatro vientos” por ayuda?
Me encontré esta frase en el Diario Olé de Juan Martin del Potro, afamado y querido tenista argentino: “A veces no tengo la fuerza que todos creen para salir adelante. Lo di todo. Pero no creo que nos volvamos a ver en un lugar así”.
Esa frase la regaló a la prensa y a sus seguidores en su despedida del tenis. Realmente creo que tiene mucho aún para dar. Pero en términos generales, aprendió a ceder ante los reflectores que muchas veces encandilan más que ayudar a brillar.
Y me voy a detener con el inicio de la frase: “A veces no tengo la fuerza que todos creen para salir adelante.” ¡Qué gran frase nos regala Juan Martín!
Sin duda que expone una realidad. Estar, a veces mal, sin fuerzas, sin ganas, ayer, hoy o mañana, no es descabellado. Y también ocurre con seres humanos que muchas veces vemos como «inmortales». Incluso me atrevería a decir que nos pasa con familiares o amigos que consideramos eternos o llenos de una vida sin caídas.
Tenemos que poner de moda el permitirse no estar bien y mientras ello ocurre, a nuestro propio tiempo, a nuestro propio ritmo. Y, si así lo deseamos, buscar las maneras para que ese «no tengo fuerzas» se transforme en algo mejor.
Como Juan Martín y como cualquier líder en cualquier sector:
Siempre se puede estar mejor, nos han dicho toda la vida. Yo creo que a veces es bueno no estar bien. Y no lo digo en un sentido de negativismo, revanchismo contra la vida o a regañadientes. Lo menciono porque los momentos donde rebotamos contra la acera después de llevarnos un golpe, sentimos el calor de esa superficie y entendemos que aún podemos reaccionar. Sin esas reacciones que la misma vida nos presenta, pasaríamos como seres inertes en este mundo y así nada tendría plenitud.
De fortachones internos está lleno este mundo. Pero necesitamos hoy y después de que la pandemia se tome vacaciones – ojalá para siempre – a personas reales con un pensamiento permisivo ante sus propias fuerzas. Regálese vulnerabilidad.
¡Mucha luz en todo!
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