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Por: Carlos Arias.
Director ejecutivo de Jupema.
Estamos a las puertas de vivir la fiesta del bicentenario, una celebración donde nos sentimos orgullosos de una historia. La cual ha forjado nuestra identidad como costarricenses.
Donde las luchas de cientos de compatriotas, en diversos momentos de la historia, permitieron la construcción de una Costa Rica libre. Que a pesar de las dificultades ha sabido abrirse campo bajo una misma bandera. Dando prioridad a la resolución de los conflictos por la vía democrática y pacífica. Y donde el bienestar común ha sido el norte en el desarrollo de las grandes políticas públicas que hemos implementado.
No podemos volver los ojos hacia atrás sin reconocer el aporte de grandes hombres y mujeres. Los cuales lucharon por los derechos universales como el voto femenino. Un salario digno. Un sistema de salud envidiable a los ojos del mundo. Una pensión digna. Y, por supuesto, a una educación que ha sido el motor de impulso de la base social de este país.
La educación en Costa Rica es un baluarte. Una vía segura en la lucha contra la desigualdad. El flagelo que carcome la estabilidad social en muchos países de América Latina. Pero que en Costa Rica ha hecho la diferencia. Por ello, nuestro país debe centrarse en mayores esfuerzos por seguir fortaleciendo la educación.
Pero la educación por sí sola no tendría un norte. Esto sin la visión de ilustres figuras como aquellas que llevaron al país a declararla gratuita, obligatoria y a cargo del Estado desde hace 173 años. O la de aquellos que introdujeron reformas para elevar su calidad. Reforzar su presupuesto hasta llevarlo al 8% del PIB. Y de aquellos otros que han buscado ampliarla a todos los grupos desde el preescolar. E inclusive procurar una mayor accesibilidad universitaria.
Son muchos los logros que no serían una realidad sin el incesante trabajo de un ejército de docentes. Los cuales han tomado de la mano a miles de estudiantes para sembrar en ellos principios y valores. Que hoy constituyen la base de nuestra sociedad.
Aquellos que día a día dedican más horas de su jornada ordinaria. Esto con el fin de tomar parte de su tiempo para escuchar lo que les inquieta a sus estudiantes. Yendo más allá de la simple enseñanza del conocimiento.
Esos que buscan la creatividad para que, sin importar los recursos disponibles, sean muchos o pocos, logran inculcar ese espíritu que fortalece el valor democrático, el amor a la patria, la esencia del ser costarricense y de lo fundamental del valor de los demás con respeto a la dignidad humana. ¡Qué llamado más noble!
Ese trabajo tesonero de aquellos que se encargan de la seguridad, el aseo y la atención de los centros educativos. O el de aquellos otros que en cada comedor escolar preparan el alimento a tantos niños y jóvenes que ven en ese acto su seguridad alimentaria. Pero también el cariño y esmero que también les brinda un calor de hogar. Porque en los centros educativos encuentran una segunda familia para ese más de un millón de estudiantes.
Ellos corren, ríen, juegan y socializan seguros en ambientes resguardados por personal de seguridad que cuida de estos recintos de enseñanza. También es de reconocer el aporte de cientos de misceláneos que dedican su tiempo. Especialmente ahora con mayor rigurosidad. Esto para asegurar que este regreso a las aulas sea bajo estándares y protocolos seguros para el cuerpo docente, administrativo y el estudiantado. También la administración de estos sitios es vital para velar por su correcto funcionamiento. A todos ellos también, ¡gracias!
Sí, apreciar la democracia, es también dignificar la labor de quienes día a día se entregan para formar costarricenses de honor. Así como abrir las puertas del conocimiento, del desarrollo humano y social. Además del crecimiento económico. Costa Rica no contaría con puertas abiertas en diversos campos laborales si no tuviera un recurso humano preparado. Eso no es posible sin el aporte docente y de la educación.
Hoy, a las puertas del bicentenario, reconocemos que aún hay luchas pendientes para alcanzar la calidad y la eficiencia de la educación. Mejorar sus políticas públicas, infraestructura, acceso tecnológico y presupuestario. Pero también para continuar defendiendo, desde el Magisterio Nacional, los derechos de quienes día a día, sin importar las desventajas que puedan tener, se levantan para dar lo mejor de sí en cada escuela, colegio y universidad.
Los nuevos tiempos han obligado a grandes cambios. La virtualidad ha sido un paso más que, sin duda, obliga a la modernidad. Pero también a nuevas formas de enseñar, de socializar y de valorar más a quienes nos rodean.
Por eso, nos tomamos un espacio para decirle a todos los trabajadores y trabajadoras de la educación costarricense que ¡Aquí Estamos!
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