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Por: Dr. Rodolfo Hernández Gómez
Ex Director Hospital Nacional de Niños y Ex candidato presidencial.
Vivimos momentos difíciles. La pandemia no se ha conformado con cambiarnos la vida. Sino que se empeña en atemorizarnos. Sí, porque nos levantamos y acostamos no solo con miedo a enfermar, a morir, a perder a un ser querido. Sino también vivimos pensando en que va a pasar con el trabajo. Es por esto que no puede existir divorcio entre la economía y la salud.
Por eso, es indispensable que el gobierno equilibre los riesgos de la pandemia con los beneficios de las acciones que se toman. El ejemplo más claro ocurrió en Semana Santa. A los empleados públicos se les dio toda la semana libre y se exhortó a la población en general para que visitaran playas y montañas. Es cierto, había que ayudar al sector turismo. Pero no se insistió ni se vigiló porque se cumplieran las medidas del cubrebocas, el lavado de manos, el distanciamiento y el máximo de aforo. Ahora, de nuevo los números suben.
Es ahora cuando las autoridades de Salud deben recordarnos con insistencia la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en el cumplimiento de las medidas de protección individual. Pero, a la vez, debe hacer mayores esfuerzos para intensificar la vacunación.
El país requiere avanzar más rápido para lograr una vacunación completa, porque hay evidencia de que una sola dosis lo que da es una falsa seguridad. Es necesario que haya una segunda dosis, para estar fuera de riesgo. Ya se debe pensar en hacer una inmunización general y aplicar las vacunas a los mayores de 18 años. Experiencias pasadas, con otras enfermedades, han demostrado que cuanto más se amplíe la cobertura, mejor se controla la situación. Además, se logra volver a la normalidad, algo que todos añoramos. Por ello, ese divorcio no se debe de dar.
Tenemos un sistema sanitario muy robusto. Con cobertura en todo el país. Aprovechemos los 29 hospitales y los más de mil centros de salud entre EBAIS, CAIS y clínicas, para intensificar la vacunación. Las farmacias privadas y una universidad, también han dicho presente y están dispuestas a colaborar en forma gratuita para que lleguemos a esa meta de protección más rápido.
Si no se acelera la vacunación y si nosotros como ciudadanos no ponemos de nuestra parte, seguirán aumentando los casos y las salas de UCI no serán suficientes. No dejemos a los médicos la dura tarea de decidir a quién se atiende y a quién no. Porque cuando los recursos y la infraestructura se agoten, más personas van a morir. Y la tragedia será mayor.
Mientras la vacunación general se vuelve una realidad, hay que insistir en que el coronavirus no da respiro. Y que las nuevas cepas podrían complicar aún más el panorama. Si al gobierno no le queda otra que volver a intensificar las medidas restrictivas, debe en forma paralela tomar decisiones que logren menor impacto en la economía. Y en los bolsillos de cada ciudadano. Es decir, evitar el divorcio entre la economía y la salud. Por ejemplo, flexibilizar el pago de impuestos y aplazarlos unos meses. Implementar líneas de financiamiento específicas para empresas y trabajadores independientes, porque a Costa Rica no le sirve que las empresas quiebren. Cada vez que un gimnasio, un hotel, un restaurante cierran las puertas definitivamente, la repercusión económica es grande. Otra medida es frenar los aumentos en el precio de los combustibles.
Corresponde al presidente, sus ministros y las autoridades sanitarias decidir con sabiduría. Evitar ese divorcio. Hay estudios que indican que sin una buena salud, la economía se desacelera.
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