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Por: Dr. Julio Mora Campos
Decano de Microbiología UCIMED
La pandemia del COVID-19 ha visibilizado, aún más, el trabajo que se hace desde los laboratorios para abordar el seguimiento del paciente, mediante la búsqueda de soluciones a graves enfermedades que afectan la salud pública mundial, como el SARS-Cov-2.
Particularmente, la labor de los Microbiólogos y Químicos Clínicos en este contexto ha sido vital para mitigar el avance del virus, al dar respuestas rápidas en momentos donde no se tienen referencias y el mundo entero clama por acciones inmediatas para eliminar esta pandemia.
Esta crisis de salud es solo uno de los claros ejemplos sobre el rol fundamental que juegan los profesionales en Microbiología y evidencia la necesidad, hoy más que nunca, de replantear su formación académica, pues es claro que la pandemia nos trajo consigo una serie de retos y de requerimientos y nos exige una mayor preparación, para enfrentar los cambios en el perfil epidemiológico de la sociedad.
Es claro, que la salud de la población ha cambiado, que sus necesidades de atención son ahora más exigentes y que la tecnología, cada vez más cambiante, evoluciona para ofrecer importantes herramientas, a favor de la prevención y contención de enfermedades.
En Costa Rica, durante los años 50, la principal patología de nuestra sociedad giraba alrededor de los parásitos. Ya para los años 70 y 80, los procesos infecciosos fueron las patologías predominantes en la salud del costarricense. Pero ese panorama ha cambiado y hoy, como profesionales en salud nos enfrentamos a desafíos más grandes, con consecuencias aún más graves, como la pandemia que estamos enfrentando, por ejemplo.
Por una u otra causa, la población sigue muriendo y este escenario nos plantea una importante interrogante: ¿estará preparado académicamente el nuevo profesional en Microbiología, para enfrentar estos retos?
Ese es el gran trabajo que tienen las universidades en este momento. La pandemia, ha marcado un antes y un después, y en este siglo, debemos enfocarnos en un nuevo modelo; los esquemas antiguos ya no son funcionales en su totalidad.
Por años, las universidades prepararon a sus estudiantes bajo modelos de diagnósticos curativos, pero hoy se requiere más que eso, porque la salud de las personas se está viendo afectada por estilos de vida que pueden ser prevenibles.
Las enfermedades del siglo XXI tienen estrecha relación con esos estilos de vida, así como con factores fisiológicos y bioquímicos modificables.
Lamentablemente, las enfermedades infecciosas seguirán predominando en los países en desarrollo. A medida que crezcan sus economías, serán más prevalentes las enfermedades no transmisibles, debido a la adopción de estilos de vida occidentales que incorporan el tabaquismo, la alimentación rica en grasas, la obesidad y el sedentarismo.
Las enfermedades no transmisibles continuarán en aumento, tanto, que los casos de diabetes en adultos se duplicarán, pasando de 143 millones en 1997, a 300 millones en 2025. El cáncer seguirá siendo una de las principales causas de defunción en el mundo. Solamente una tercera parte de los cánceres puede curarse, mediante la detección precoz combinada con un tratamiento eficaz.
Vemos un perfil epidemiológico que cambia de forma acelerada, por eso, el conocimiento en Salud debe avanzar también a grandes pasos, y la formación de los nuevos profesionales en Microbiología, debe estar dirigida a prepararlos para afrontar esos cambios y a fomentar aún más la investigación, especialmente, en las enfermedades no trasmisibles.
Urge que las universidades, como responsables de la educación de los profesionales en Ciencias de la Salud, realicen los ajustes en los programas académicos, para que vayan de la mano con los conceptos de medicina preventiva y de salud pública.
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